Luchar o huir

Se dice que ante un peligro o amenaza el animal superior tiene dos reacciones posibles: luchar o huir, o como eufónicamente se dice en inglés “fight or flight”. Como seres humanos, también podemos seguir esos dos impulsos, podemos profundizarlos de manera que no sean una simple reacción o podemos aumentar el repertorio.

Tomemos una situación de peligro, de amenaza o de incomodidad: un mal jefe, por ejemplo.Se puede huir de esa situación, con todo el ser o sólo emocionalmente. Es el caso de esos empleados que siguen en la empresa, pero sólo de cuerpo presente. Ya realmente no están ahí. Se han desvinculado emocionalmente, pero no hacen nada por alejarse realmente de la situación. En este caso es peligroso tener la ilusión de que ya se hizo algo concreto. Si razonablemente la mejor respuesta es huir, hay que concretar la huida, empezando por andar con las antenas desplegadas para ver si se logra captar una oferta de trabajo.

Se puede permanecer en la situación, pero recurrir al hábito de la queja. Los servicios sanitarios, las fuentes de agua fríao el bus en el que viajan varios compañeros, son testigos de largas sesiones de intercambio de quejas sobre el comportamiento del jefe.La queja es un gasto estéril de energía. No remedia nada. Le agrega ribetes sombríos a la situación y nos exime de la necesidad tan humana de hacer algo concreto al respecto.

Una reacción menos negativa que la queja es la “ojalatería”, palabra que con cariño tomo prestada de un hombre admirable. La “ojalatería” consiste en desear que las cosas hubieran sido de otra manera: “ojalá no se hubiera ido el jefe anterior”,“ojalá hubiera aceptado la oferta que me hicieron hace dos años”. También aquí, la energía se gasta sin consecuencias positivas, de manera semejante a como satisfacíamos nuestros anhelos adolescentes mediante la ensoñación.

Se puede recurrir a la resistencia pacífica a lo Ghandi: No estoy de acuerdo con la situación, pero no tomo las armas para luchar, sino que declaro mi oposición y resisto. Sólo que en la empresa, esas actitudes son reprimidas y entonces deben permanecer muy ocultas, con lo cual, nos afectan todas sus consecuencias negativas sin que se alcancenada positivo. Si internamente me opongo y resisto en silencio, estoy alentando el stress.

Queda el camino de luchar contra la situación, sólo o con otros, decisión que una vez que se ha tomado, abre un abanico de posibilidades en cuanto a los métodos que se seguirán. Se puede recurrir a la lucha cruenta – incidentes, increpaciones, reclamos desabridos- lo cual siempre concluye en un despido. Pero se puede recurrir también al diálogo y a la negociación.

Mi experiencia es que siempre antes de sentarse a dialogar y a negociar existe una tendencia a suponer en el otro –el jefe o la empresa-una posición más dura que la que realmente existe. Quizá, de manera juiciosa nos preparamos para una lucha más difícil, lo cual está bien, siempre que la emprendamos. Lo negativo estaría en que por suponer que la lucha será estéril, esto es, que el otro no será razonable, no emprendiéramos el esfuerzo de mejorar una situación que nos es incómoda o dañina.

Hay ganancias en la lucha, aún en la que no logra su cometido. El carácter, la integridad que se convocanpara “agarrar el toro por los cuernos”, rinden frutos personales. Nadie está obligado al heroísmo, pero todos estamos obligados a velar por nosotros mismos. Nadie está obligado a la inmolación, pero todos crecemos cuando nos empeñamos en una causa. Luchar nos desarrolla más que huir.


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